Reflujo faringolaríngeo

¿Qué es?
¿Que síntomas provoca?
¿Cómo llegamos al diágnostico?
Tratamiento

El aparato digestivo y la vía respiratoria comparten estructuras anatómicas comunes en los segmentos más altos de ambos tractos, a nivel del cuello. Nos referimos al íntimo contacto existente entre la larínge (vía respiratoria, órgano de la fonación) y la farínge (primer segmento del tubo digestivo, antesala del esófago). Es fundamental una correcta coordinación entre faringe-laringe para evitar atragantarnos mientras comemos y respirar o hablar sin dificultad. De hecho, es imposible beber o tragar alimentos sólidos y a la vez respirar.

Aunque la faringe y la larínge comparten regiones anatómicas comunes  y se coordinan para realizar sus funciones, el epitelio (capa de mucosa) de ambos es muy diferente; así, mientras la larínge está tapizada por un epitelio de tipo respiratorio, la farínge está tapizada por un epitelio digestivo, muy similar al del esófago.

El estómago está provisto de un ácido muy potente (ácido clorhídrico) para favorecer la digestión  disolviendo los alimentos. Es frecuente que éste ácido pueda ascender hasta el esófago (reflujo gastroesofágico) e incluso que lo haga hasta la farínge o larínge (reflujo faringolaríngeo). La razón por la cual el jugo gástrico “se cuela” hasta segmentos más superiores del aparato digestivo se debe a que el esfínter esofágico inferior (EEI) en ocasiones es incompetente y no cumple correctamente su función de puerta que deja entrar los alimentos que provienen del esófago pero que no debieran, una vez mezclados con los ácidos del estómago, volver a subir o “regurgitar” de nuevo al esófago. De todas formas, éste es un fenómeno  frecuente sobre todo con la edad y se agrava en caso de tener hernia de hiato. 

Cuando la alteración sucede en el esfinter esofágico superior (EES) formado por el músculo cricofaríngeo,  los gases o fluidos ácidos ascienden desde el esófago a la farínge y en muchos casos llegan a irritar la larínge (recuérdese que comparten región anatómica en la base del cuello). Como la laringe está tapizada por un epitelio respiratorio que no está concebido para soportar los efectos del ácido del tracto digestivo, sufre una irritación y lesiones en su superficie que son responsables de los síntomas que refieren los pacientes. 

Los síntomas del reflujo faringolaríngeo (RFL) en muchos casos son altamente inespecíficos, de hecho, es fundamental para el diagnóstico observar directamente la laringe mediante una fibra óptica que se llama fibrolaringoscopio. Otras enfermedades como la alergia o una simple laringitis vírica pueden provocar síntomas similares, lo que obliga a realizar un diagnóstico diferencial.

Síntomas más frecuentes del RFL (reflujo faringolaríngeo):

  1. Sensación de cuerpo extraño en la garganta
  2. Carraspera y/o tos seca
  3. Picor de garganta
  4. Flemas espesas 
  5. Sensación de ahogo o asfixia (laringoespasmo) sobre todo por la noche
  6. Quemazón o ardor en la garganta o región anterior del cuello

Padecer RFL no significa que necesariamente tengamos algún problema en el estómago o esófago, de hecho, el reflujo de ácido es un fenómeno frecuente y si recordamos lo dicho en párrafos anteriores, el problema reside en la incompetencia del esfínter esofágico superior, mayormente debido a una laxitud de su músculo principal, el cricofaríngeo. Por tanto, en la mayor parte de los casos la endoscopia digestiva no es de gran utilidad para descartar o confirmar el diagnóstico. 

No existe ninguna prueba diagnóstica gold standart, esto es, con la especificidad suficiente que nos confirme el diagnóstico, pero una clínica sugestiva y una fibrolaringoscopia que ponga de manifiesto los signos clínicos típicos de ésta enfermedad (engrosamiento de la comisura laríngea posterior o paquidermia laríngea, edema subglótico, eritema o edema aritenoideo , etc…) son suficientes para obtener un diagnostico de sospecha con una alta fiabilidad y justificar el tratamiento farmacológico lo antes posible (ver artículo del Dr.F.Vázquez publicado en el Acta Española de otorrinolaringología)

Es muy importante modificar una serie de hábitos de alimentación y estilo de vida (ver Recomendaciones en Reflujo Faringolaríngeo), pues está demostrado que una dieta exenta de alimentos que favorecen el reflujo mejora la sintomatología en un 50%.

De todos modos, es importante iniciar un tratamiento con un inhibidor de la bomba de protones (IBP) del tipo omeprazol, pantoprazol o lansoprazol en dos tomas diarias, siempre en ayunas, durante no menos de tres meses, pues la mejoría es gradual. Durante la primera fase del tratamiento se suele añadir algún antiácido como el almagato en una única dosis antes de acostarse. 

Pasados los primeros dos o tres meses de tratamiento, si el paciente refiere mejoría de los síntomas y la fibrolaringoscopia confirma una mejoría, se planifica un tratamiento de mantenimiento con la dosis mínima eficaz.

En algunos casos en tratamiento no resulta eficaz durante la primera fase. Ésto puede deberse a la presencia de reflujo biliar, que obliga a modificar el protocolo de tratamiento. Aquellos pacientes que padecen muchos síntomas durante la noche (episodios de laringoespasmo), se benefician de un tratamiento suplemetario con fármacos procinéticos  (p.ej. domperidona) aparte de los IBP. 

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